En un laboratorio estadounidense, la ciencia dio un paso más allá de los límites conocidos de la percepción. Investigadores de la Universidad de California en Berkeley y la Universidad de Washington han creado un dispositivo que permite a los humanos ver colores imposibles. El protagonista de este avance es el color “olo”, un matiz inédito descrito como un verde azulado imposible de reproducir con los métodos tradicionales de luz.
Este descubrimiento ha encendido el interés de la comunidad científica, no solo por sus implicancias teóricas, sino por las potenciales aplicaciones médicas y tecnológicas. Por primera vez, podríamos estar observando colores que se encuentran fuera del espectro visible convencional.
El dispositivo, llamado Oz, funciona mediante pulsos láser extremadamente precisos. Su tecnología estimula de forma aislada las células conos M, que son sensibles a tonos verdes. Normalmente, estos conos trabajan en conjunto con los conos S (azul) y L (rojo), lo que limita la capacidad del cerebro para distinguir señales únicas provenientes de un solo tipo de célula.
Sin embargo, Oz logra romper esta limitación biológica. Al dirigir su haz láser hacia áreas específicas de la retina periférica, donde los conos están menos entrelazados, genera una activación única que el cerebro interpreta como un color completamente nuevo: el misterioso “olo”.
Las personas que participaron en los ensayos describieron el color “olo” con palabras llenas de asombro. Afirmaron que no se parecía a ningún tono conocido. Algunos lo compararon con “una explosión de esmeralda con profundidad etérea” y otros lo situaron “entre el cian y algo completamente alienígena”.
Además, se reportaron experiencias visuales inéditas, como líneas rojas que flotaban sobre un fondo “olo” y patrones que giraban en espiral. Estas percepciones no pudieron ser reproducidas en pantallas ni ilustradas con herramientas digitales.
No todos en el mundo científico comparten el entusiasmo sin reservas. El profesor John Barbur, de la Universidad de Londres, ha sugerido que lo experimentado podría ser una intensificación de colores conocidos, no un descubrimiento auténtico. Sin embargo, el estudio publicado en Science Advances sostiene que la estimulación selectiva de los conos justifica la aparición de un color nuevo.
El debate está abierto, pero lo que nadie niega es el valor innovador de la técnica empleada. Por primera vez, se puede influir directamente en la percepción visual manipulando fotorreceptores individuales.
Más allá del impacto científico, este avance abre múltiples puertas. La posibilidad de estimular células específicas con luz podría convertirse en una herramienta para tratar trastornos visuales, como el daltonismo. A su vez, el control detallado de la retina podría permitir el desarrollo de interfaces visuales más avanzadas, útiles en realidad aumentada o mapeo neurológico.
Asimismo, se vislumbra un futuro en el que artistas, diseñadores y desarrolladores puedan trabajar con una paleta expandida más allá del espectro RGB, permitiendo nuevas formas de expresión visual.
Este experimento es un recordatorio de que nuestra visión del mundo no es absoluta. Lo que percibimos es solo una fracción de lo que está ahí fuera. Con dispositivos como Oz, los científicos demuestran que es posible romper las barreras sensoriales que la biología impone.
De hecho, esta tecnología podría representar el primer paso hacia un entendimiento más profundo del cerebro humano, al explorar cómo procesamos la información sensorial en su estado más puro.
El color “olo” no solo es un hito tecnológico; también plantea interrogantes filosóficos. Si podemos “crear” colores nuevos, ¿qué más podría alterar nuestra comprensión de la realidad? ¿Hasta qué punto lo que vemos refleja lo que realmente existe?
Estas preguntas resuenan con fuerza en campos como la neurociencia, la psicología y la filosofía de la percepción. El estudio de “olo” es, en muchos sentidos, el inicio de una exploración que va más allá de la ciencia y entra en el terreno de la experiencia humana misma.
En resumen, el descubrimiento del color “olo” representa un momento revolucionario para la ciencia visual. Gracias al ingenio de un equipo de investigadores, se abre una puerta a realidades perceptivas que antes eran inimaginables. Aunque todavía se necesita más investigación para validar completamente estas experiencias, la promesa es clara: estamos al borde de una expansión sin precedentes en la forma en que vemos el mundo.
El futuro de la visión, literalmente, podría tener colores nuevos que aún no podemos ni imaginar.
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