La actividad volcánica representa una amenaza latente para millones de personas en todo el mundo. De hecho, el 10% de la población mundial vive en zonas cercanas a volcanes activos. A pesar de los avances en monitoreo sísmico y geotérmico, detectar una erupción con anticipación sigue siendo un desafío. Sin embargo, una innovadora colaboración entre la NASA y el Instituto Smithsonian busca cambiar esto gracias a las alertas volcánicas tempranas obtenidas desde el espacio.
El volcán Chaitén, ubicado en el sur de Chile, erupcionó sorpresivamente en 2008 tras 9.000 años de inactividad. Este evento sirvió como ejemplo de cuán impredecibles pueden ser los volcanes. A raíz de esto, científicos comenzaron a explorar métodos no tradicionales para obtener señales previas. Uno de los enfoques más prometedores es el análisis de la vegetación circundante, especialmente los cambios en el verdor de los árboles.
A medida que el magma asciende por la corteza terrestre, libera gases como dióxido de carbono (CO₂) y dióxido de azufre (SO₂). El CO₂, al filtrarse por el suelo, es absorbido por las raíces de los árboles cercanos. Este fenómeno produce un reverdecimiento notable de la vegetación, lo cual puede ser detectado mediante sensores satelitales como los del satélite Landsat 8 o el instrumento MODIS del satélite Terra.
Estos cambios pueden preceder a señales sísmicas u otras alteraciones geológicas, lo que otorga un margen de tiempo valioso para emitir alertas tempranas de volcanes.
Detectar directamente el CO₂ volcánico desde el espacio no es una tarea sencilla. Como explica el vulcanólogo Robert Bogue, la gran cantidad de dióxido de carbono ya presente en la atmósfera dificulta identificar sus fuentes específicas. Por ello, los científicos han optado por monitorear indirectamente la actividad volcánica observando los efectos del gas en los árboles.
Este enfoque interdisciplinario involucra a vulcanólogos, botánicos y climatólogos trabajando en conjunto para validar las observaciones desde tierra y desde satélite.
Durante marzo de 2025, el equipo de investigación liderado por Josh Fisher y Florian Schwandner desplegó una misión en Panamá y Costa Rica como parte del Experimento Unificado de Validación desde el Aire: de la Tierra al Océano (AVUELO). Utilizando un espectrómetro a bordo de un avión de investigación, analizaron los colores de la vegetación alrededor del volcán Rincón de la Vieja, mientras recolectaban muestras de hojas y medían niveles de CO₂.
Este experimento fue clave para demostrar que el aumento en el verdor de los árboles sí guarda relación con el ascenso de gases volcánicos.
Los satélites empleados incluyen, entre otros:
Todos estos instrumentos están revolucionando la capacidad de generar alertas volcánicas tempranas con mayor anticipación que los métodos tradicionales. Su uso combinado ofrece una nueva capa de vigilancia que podría salvar miles de vidas.
Si bien el método es prometedor, no es infalible. Existen limitaciones importantes:
A pesar de estas dificultades, los científicos consideran que el método tiene un gran potencial como herramienta complementaria en la predicción de erupciones volcánicas.
Un ejemplo del éxito de este enfoque es el volcán Mayon en Filipinas. En 2017, Schwandner y su equipo mejoraron la red de monitoreo local al incluir sensores de CO₂ y SO₂. Gracias a las señales captadas por el sistema, se emitieron alertas que permitieron evacuar a más de 56.000 personas antes de una gran erupción en enero de 2018. El resultado: cero víctimas fatales.
Este caso demuestra el valor tangible de las alertas tempranas basadas en observaciones atmosféricas y vegetales.
El uso de vegetación como detector biológico de gases volcánicos no solo mejora los sistemas de alerta temprana, sino que también ofrece una ventana hacia el futuro del planeta. La investigación liderada por Fisher sugiere que este modelo podría ayudar a comprender cómo los ecosistemas forestales responderán a un mundo con mayores niveles de CO₂ debido al cambio climático.
Por otro lado, la colaboración internacional y el uso de inteligencia artificial para interpretar imágenes satelitales podrían llevar esta tecnología a un nuevo nivel de automatización y precisión.
Las erupciones volcánicas seguirán siendo una amenaza natural impredecible. Sin embargo, el monitoreo satelital de la vegetación alrededor de los volcanes aporta una herramienta innovadora para aumentar la precisión de las alertas volcánicas tempranas. Aunque no es una solución milagrosa, es un avance revolucionario que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas.
Gracias a la sinergia entre ciencia, tecnología y observación de la naturaleza, hoy estamos un paso más cerca de anticiparnos a la furia volcánica.
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