La búsqueda de vida en otros planetas ya no es sólo materia de ciencia ficción. La humanidad está, según expertos, más cerca que nunca de responder una de sus preguntas más fundamentales: ¿estamos solos en el universo?
El reciente hallazgo de un gas en el exoplaneta K2-18b, vinculado en la Tierra a organismos vivos, marca un momento crucial. Se trata de una detección realizada por el telescopio espacial James Webb (JWST), el instrumento más avanzado de la NASA hasta la fecha.
Un gas que en la Tierra significa vida
Este gas, identificado en la atmósfera de K2-18b, es producido en nuestro planeta por organismos marinos simples. Su hallazgo ha despertado un renovado interés por la astrobiología.
Según el profesor Nikku Madhusudhan, del Instituto de Astronomía de la Universidad de Cambridge, podríamos estar a las puertas de una revolución científica. “Esto es básicamente lo más importante en términos de preguntas fundamentales”, declaró.
El telescopio JWST ha sido clave. Su capacidad para analizar la luz estelar que atraviesa las atmósferas planetarias permite detectar biofirmas: huellas químicas que solo organismos vivos pueden dejar.
La ciencia detrás de la búsqueda
Detectar vida en otros planetas no implica necesariamente ver criaturas avanzadas o civilizaciones alienígenas. La meta actual es mucho más modesta: encontrar formas de vida simples, como bacterias o microbios.
Para ello, los científicos analizan exoplanetas ubicados en la llamada “Zona Ricitos de Oro”. Son mundos cuya distancia a su estrella permite mantener agua líquida, una condición esencial para la vida tal como la conocemos.
Desde el descubrimiento en 1992 del primer exoplaneta fuera de nuestro sistema solar, se han identificado más de 5.500. Muchos de ellos están siendo analizados por instrumentos como el JWST o, en el futuro cercano, el Observatorio de Mundos Habitables (HWO), que la NASA lanzará en la década de 2030.
El impacto en nuestra visión del universo
La posibilidad real de encontrar vida en otro planeta plantea interrogantes que van más allá de la ciencia. ¿Cómo cambiaría nuestra forma de entendernos como especie? ¿Qué implicaciones filosóficas y culturales traería un descubrimiento así?
Durante siglos, la humanidad se ha considerado única en el universo. Sin embargo, esta idea podría estar a punto de desmoronarse. Tal vez no seamos tan especiales como creíamos.
Y esto no es necesariamente negativo. Significaría que la vida es una consecuencia natural del universo, no una excepción improbable.
Marte y las lunas heladas: candidatos cercanos
Mientras tanto, las agencias espaciales siguen explorando nuestro vecindario cósmico. Marte, aunque hostil hoy, pudo albergar vida en el pasado. Por eso, misiones como ExoMars y Tianwen-3 buscarán señales fosilizadas en su subsuelo a partir de 2028.
Otros objetivos interesantes son las lunas heladas de Júpiter y Saturno. En particular, Europa y Encélado, donde se cree que existen océanos subterráneos. La NASA y la ESA ya han programado misiones para investigar su composición.
En 2034, la sonda Dragonfly aterrizará en Titán, luna de Saturno con lagos de metano y una atmósfera rica en compuestos orgánicos. La ciencia sospecha que allí podría existir alguna forma exótica de vida.
Tecnología cada vez más precisa
La precisión tecnológica es crucial. Cada avance permite detectar señales más débiles y planetas más pequeños, similares a la Tierra. El Telescopio Extremadamente Grande (ELT), que entrará en funcionamiento a fines de esta década, podrá estudiar atmósferas con un nivel de detalle sin precedentes.
Y aunque el JWST no pueda observar planetas tan pequeños como el nuestro, su desempeño ha superado expectativas. Lo que sigue es afinar aún más nuestros instrumentos y técnicas.
¿Y si ya lo descubrimos?
Algunos expertos sugieren que el verdadero momento del descubrimiento ya ocurrió, aunque no lo hayamos reconocido. La transformación cultural que implica encontrar vida en otros planetas podría estar en marcha.
Como sucedió con internet o la energía nuclear, los grandes cambios muchas veces comienzan de forma casi imperceptible. Un análisis de datos aquí, una señal allá, y la evidencia comienza a acumularse.
Las biofirmas, clave para la confirmación
No obstante, la comunidad científica exige cautela. Una biofirma puede ser producida por procesos abióticos, es decir, sin vida de por medio. Por ello, se requiere acumular pruebas, descartando explicaciones alternativas.
A medida que se estudien más planetas y se repitan los patrones, la hipótesis de vida extraterrestre ganará fuerza. Es un proceso largo, pero sostenido.
La profesora Catherine Heymans, de la Universidad de Edimburgo, lo resume así: “No sabremos con certeza si hay vida. Pero cuantos más datos se acumulen, mayor será la confianza”.
¿Un futuro con vida confirmada?
Las próximas décadas serán decisivas. Si se confirma la existencia de vida microbiana, cambiará nuestra relación con el cosmos. Y aunque aún no soñemos con contacto interestelar, sabremos que la vida no es exclusiva de la Tierra.
La profesora Michele Dougherty, del Imperial College de Londres, cree firmemente que hay vida en las lunas heladas. “Si hay agua líquida, calor y sustancias químicas orgánicas, la probabilidad de vida aumenta drásticamente”, explica.
Estamos en un punto emocionante. La ciencia avanza rápido, y los indicios son prometedores. Aunque aún no tengamos la confirmación definitiva, el camino parece claro.
La posibilidad de que exista vida en otros planetas ya no es mera especulación. Es una hipótesis científica con fundamentos sólidos. Lo que alguna vez fue ficción, hoy podría estar a punto de convertirse en realidad.
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